Nos encontramos padres muy juguetones que disfrutan con los juguetes de sus pequeños como si
fueran para ellos. Esto es fantástico ya que seguramente disfrutarán igualmente jugando con
sus hijos.
Hay veces que el entusiasmo parental es tan grande que se transforma en una clase de
“funcionamiento del juguete” impidiendo la investigación espontánea y creativa por parte
del niño.
Imagina por un momento que estás en el cine viendo el último estreno de tu director favorito junto
a tu mejor amigo, y para que comprendas lo interesante que es la película, te va contando todo lo
que sucede cinco minutos antes de que ocurra. Realmente perderías el interés por la película y
tu amigo lograría que nunca más le pidieras que te acompañase al cine. Intenta no cometer el
mismo error con tu hijo.
Las manos las utiliza con precisión y velocidad al coger, soltar o colocar objetos.
Domina los juegos de construcción en posición horizontal y vertical. La capacidad de adaptación del
cerebro del niño es extraordinaria: al colocar los cubos en vertical está creando nuevas
conexiones sinápticas y al hacerlo en horizontal se beneficia la coordinación
óculo-manual. A medida que va comprendiendo el porqué de las cosas y situaciones su cerebro
irá reorganizando y almacenando el proceso, integrándolo en todas las experiencias previas.
El “Juego operación derribo” se convierte en el juego estrella de esta etapa de desarrollo.
Escoge bloques de material adecuado, como por ejemplo gomaespuma, ya que son grandes pero livianos
y de fácil manejo, de diferentes formas y colores y cómodos para apilar y derribar.
El mayor placer del niño será derribar los bloques para construir nuevamente (noción de objeto permanente).
Mediante la construcción, el pequeño se apropia del juguete y se diferencia de él, se reafirma en que
el juguete no es él, sino que es de él.
Es un concepto de vital importancia, y su descubrimiento le producirá una profunda satisfacción. Es
conveniente no interrumpir el proceso ni prohibir que derribe las torres que construye.
Lo sorprendente de este juego es que el niño puede volver a montarlo las veces que quiera.
El juego de construcciones es muy recomendable cuando hay varios niños juntos.
A través del juego entenderán la importancia de las pautas sociales al descubrir que cada
uno de los integrantes del grupo tiene un comportamiento diferente en el juego.
El descubrimiento ampliará y enriquecerá su mundo social revelando distintas maneras
de comportarse. La generosidad se demuestra en la familia y el niño cada vez ira imitando
lo que ve a su alrededor y no lo que se le dice, por esto es importante el ejemplo.
Las piezas de construcciones se prestan para organizar un juego donde pueden disponer
de todas las piezas o bien tener cada uno las suyas, todas muy similares. Hay niños que
necesitan tener sus piezas localizadas, respetar esto será imprescindible para propiciar
el saber compartir en el futuro.
El pequeño va creciendo a pasos agigantados y casi sin darnos cuenta parece que llegó el momento que
dé su primer paso hacia la civilización, ya que la sociedad ha decidido que para entrar en la etapa
de educación infantil en el colegio el niño debe “estar limpio”.
Este acto tan cotidiano para nosotros ha supuesto un largo camino en la corta vida del pequeño. Hace muy
poquito era un bebé adorable, el rey de la casa y sus padres estaban fascinados y felices por el simple
hecho de contemplarlo, de cuidarlo, arroparlo, alimentarlo y, su sola presencia, los gratificaba y
colmaba plenamente. Le limpiaban el culete entre carantoñas y palabras cariñosas observando el color y
la textura de sus cacas. El chiquitín complacido con semejantes menesteres cumplía, cuándo y dónde él
deseaba, mejor dicho, en el pañal y en los sitios más inverosímiles. Así se reafirmaba nuestro bebé que
todo lo que salía de su cuerpo eran regalos maravillosos, perfectos y bien recibidos.
De repente, el mundo se ha vuelto loco y le apabullan con las exigencias de la civilización descubriendo
que algo suyo ya no es del agrado público. Llegó el momento de cambiar la historia y comenzar con
la educación.
La enseñanza es conveniente que se desarrolle sin traumas, sin exigencias ni prisas, pero sí con firmeza,
ternura y comprensión. Cuando el niño adquiere madurez física y se encuentra preparado para ello, de
una manera totalmente natural, sin ser demasiado rígidos ni permisivos hay que enseñar al pequeño
dónde puede colocar este hermoso y valioso regalo que es “su caca”. Él se siente dueño de lo que está
dentro de su cuerpo y, por ende puede hacer con eso lo que quiere. Este hecho da al niño una enorme
sensación de poder: “ahora sí te lo ofrezco como un regalo”, pero “ahora no, esto es solo mío” o “lo
guardo todo para mí, ya que si te lo doy me quedo vacío y sin ninguna influencia sobre ti”. Estas
suelen ser las fantasías de los niños alrededor del acto del control de esfínteres.
Esta etapa anal se presta a que el niño manipule a su entorno y descubra que puede llamar la
atención, la preocupación y la presencia de la madre cuando él quiera. Él decide si hacer caca
o no. A través de las defecaciones, el niño puede procurarse por sí mismo un estado de placer
o prolongar el malestar. Él decide si retiene sus heces o si las expulsa y de qué manera
convertir este acto en un placer. De la misma manera que en el primer año (etapa oral), cuando era bebé
le colmaban de un profundo placer el pecho de la madre o meter en la boca el chupete o el
dedo. En esta nueva etapa las sensaciones corporales de alguna manera están
ligadas a las sensaciones y adquisiciones afectivas y emocionales.
A medida que vamos creciendo ponemos en juego los mismos mecanismos mentales de la infancia pero en
otras historias tales como: atesorar cosas, dinero o conocimientos, ser generosos o avariciosos:
“Esto es todo mío, me pertenece o me deshago de todo sin darme cuenta”. Nos preguntamos qué
ventajas pueden tener tanto para el niño como para el adulto seguir con estos mecanismos mentales.
¿La sensación del poder? Ser dueño de algo con lo cual se hace lo que se quiere. Contener,
retener, deshacer, dominar son sensaciones a las que no es fácil renunciar y podrían acompañarnos
durante toda la vida.
Ahora, que nos hemos familiarizado con la historia de la “filosofía de hacer caca”, es fundamental
tener en cuenta que la enseñanza solo la podremos comenzar cuando el niño esté lo suficientemente
maduro, Ha de existir una madurez neurológica para dominar los esfínteres acompañada de
la capacidad de esperar y contener
las urgencias de sus impulsos, un buen lenguaje para comunicarse y a la vez que comprenda
lo que se le dice. Como muy pronto estas capacidades no suelen aparecer antes de los dos años,
incluso algo más por lo tanto, sería un tiempo perdido empezar la enseñanza
antes de que cuente con todas estas capacidades ya que, para el niño el control de esfínteres
siempre será una imposición por parte del adulto (la sociedad). Hay que hacerlo ameno divertido
y lo más natural posible y prepararlo a través de juegos.
En esta etapa de desarrollo, el niño se construye a través del juego, que le permite probar
en versión pequeña, acotada y controlable experiencias de la vida cotidiana que le vienen grandes.
Ayúdale a preparar el entorno para que tenga los estímulos suficientes y ricos para
desarrollar su personalidad.